Luna Llena de Noviembre.
Saltó de la roca en la que se encontraba, notó el latido de
su corazón acelerando la sangre de sus venas, en segundos fue presa del miedo.
Ese que se mete bajo la piel, ese que no te deja pensar, ese que te hace actuar
sin prudencia. No se dio cuenta de la altura hasta que estaba en el aire, cayó
sobre sus patas en el frio suelo y un aullido de dolor escapó de su garganta.
Sus patas golpearon contra la capa de espinos helados, se clavaron en ella, vio
su sangre mezclarse con la tierra, no tenía tiempo para lamentos, ya se lamería
las heridas más tarde. Se acerco despacio, lo que antes le había parecido
sangre era el color de su capa. Y de ella no había más que el rastro de
pequeñas gotas entre las hojas. En su mente se acababa de formar un pensamiento
absurdo, era un lobo como podía distinguir el color. Lo dejó para más tarde,
ahora tenía que buscarla. Levanto su hocico hacia la luna y olisqueó el viento.
Entre el golpeteo de su corazón, el latido de las heridas en su pata y su
confusión se encontraba perdido por primera vez en tantos plenilunios. No
acertaba a saber hacía donde dirigirse, pequeños copos de nieve empezaron a
girar a su alrededor, se sentía cansado. Esta noche no se parecía en nada a
tantas otras que había compartido con ella. El cansancio dio paso a la
tristeza, también a los recuerdos, era inevitable, más no podía permitirse esa
debilidad, tenía que encontrarla, no sabía muy bien qué ocurriría si ella no
estaba. Hasta donde el recordaba siempre había estado ahí, desde que era un
cachorro. Ella fue su primera compañera de juegos, su primer acompañante cuando
fue alejado de la camada. Ella le enseñó su magia, hizo que fuera conocedor de
la suya. Había comenzado su iniciación, sabía que aún faltaba mucho para llegar
a dominarla como ella, así que tenía que encontrarla y no sólo por su magia.
Volvió a la noche, agudizó sus sentidos, era un lobo….Entonces y casi sin darse
cuenta, escuchó el viento entre las hojas, sus lamentos, olfateó el miedo, y
percibió los gruñidos de ellos. La buscaban, él llegaría antes. Se puso en
camino despacio, alerta, el suelo iluminado por la luna, ese pequeño bosque
bajo. Antes no se había percatado de donde estaba. Era donde se perdió la
primera vez, cuando ella lo encontró. Su bosque mágico…. Recordó entonces su
sed, cuando era un cachorro y creyó que iba a morir, el sol se escondía tras
los picos de aquella garganta y ya no podía dar un paso más, escuchó el rumor
del agua y hacía allí se dirigió. Que impotencia cuando llegó arrastrándose con
su último impulso de cachorro y encontró la cascada. Solo estaba la piedra
desnuda, sin tan siquiera un hilo de agua corriendo por su ladera. Cerró los
ojos y gimió agonizando dispuesto a morir. Entonces fue cuando la brisa movió
su pelo, fue consciente de que la vida volvía a su pequeño cuerpo. Notó en su
hocico la humedad y al abrir los ojos se encontró con los de ella, oscuros como
la noche, su pelaje gris y negro estaba húmedo. Era el roce de su pelo lo que
había notado, lo que le había devuelto la vida que hace nada se le escapaba.
Otra vez se perdía en sus recuerdos, siguió la estela plateada que marcaba la
luna. Esta vez estaba seguro de que iba en la dirección correcta, ahora se
sentía con fuerzas renovadas, ya no era consciente ni del miedo, ni de sus
heridas. El olor de los otros se alejaba, supo entonces que estaba a salvo, se
habían cansado de buscar o tal vez se alejaban perdidos, después de todo eran
humanos. De repente, la luna se ocultó entre las nubes, se hizo la
oscuridad. Siguió caminando, su vista
era magnífica aun en la noche más oscura. Apenas duro unos minutos, cuando
volvió a brillar. Ahora el agua se escuchaba tan cerca que se diría que podía
tocarla. Era su cascada, caía el agua desde lo alto de la roca en esa pequeña
cavidad a modo de laguna, para recorrer
lenta después a lo largo de todo el bosque bajo. Esa en la que solo caía el
agua durante el deshielo. Todavía no era tiempo pero el agua estaba ahí ya, y
también ella. Su cabeza ladeada sobre la orilla, su cuerpo desmadejado y
empapado. Se acercó tembloroso ¿Porqué no se había transformado? Se temió lo
peor, si es que había algo peor que lo
que estaba contemplando. Llegó a su altura, vio elevarse su pelaje, todavía
respiraba, acercó su hocico e intentó que ella se levantara, vio sus heridas.
El terror lo golpeó ahora con toda su fuerza, uno tras otro comenzaron a salir
los aullidos desde lo más profundo de su ser. Su dolor se hizo latente, su
rabia lo transformo en lo que más temía…. un animal acorralado herido, lleno de
sed de venganza. Siguieron los aullidos, cada vez más estremecedores, tanto que
la luna volvió a esconderse entre las nubes. El viento se unió a él…..
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